Mujer Medicina #lasonambula Esperanza


Un día, la madre se puso malísima de unas jaquecas y se tumbó en el sofá con una toalla mojada en agua fresca en la frente. Desde que Esperanza había llegado a la casa, a la mujer no le había dado una de sus frecuentes crisis, y esta parecía de las gordas. Bajó las persianas porque hasta la luz parecía que le taladraba el cerebro y le hacía sentir alfileres en los ojos. Pidió a las niñas que salieran fuera a jugar porque necesitaba el más absoluto de los silencios, el más leve ruido le hacía sentir el golpe de un martillo en la cabeza.

-¿Le pasa mucho?, preguntó Esperanza en voz baja a Carmen.

-Sí, mucho, y a veces le duran dos o tres días, hasta llega a vomitar del dolor que tiene la pobre.


 Esperanza por primera vez desobedeció a Josefina y no salió a jugar a la calle. Entró al salón de puntillas para no hacer ruido y se colocó tras ella. Carmen la observaba asomando la cabeza desde el pasillo, no tenía ni idea de lo que estaba tramando su hermana. Con mucho cuidado para no asustarla, de rodillas en el suelo como estaba, la niña le puso las manos en la cabeza:

-¿Quién es?, preguntó Josefina con la voz compungida por el dolor.

-No te asustes, soy Esperanza, no abras los ojos y relájate.

La niña empezó a masajear con muchísima suavidad sus sienes durante un rato con los cuatro dedos de sus manos mientras con los pulgares iba presionando distintos puntos de su cabeza. El pelo de la mujer se enredaba en los diminutos dedos de la niña. Cuando habían pasado no más de diez minutos, Josefina abrió los ojos, se quitó la toalla de la frente y se incorporó. Se sentó en el sofá y miró a Esperanza que seguía de rodillas;

-¿Qué has hecho, cariño?, ya no me duele nada.

-Pues te he quitado el dolor, no me gusta que la gente sufra.

-Pero esto ha sido mano de santo, Esperanza, tu tienes Luz.


Poco a poco las crisis de Josefina fueron desapareciendo porque la niña le dijo que le pasaban cuando comía determinadas grasas. Y llevaba razón, la mujer se dió cuenta que cada vez que preparaba para comer el gazpacho de pastor con venado, al día siguiente le daban las jaquecas. 

-¿Y tú cómo sabes eso?, le preguntó un día Josefina a Esperanza, ¿quién te lo ha enseñado, cariño?.

-No lo sé, solamente lo sé.

Como pasa siempre en los pueblos pequeños, enseguida se corrió la voz de que la chica que habían recogido en casa del camionero, curaba. Y desde entonces, cada día llegaba alguien a la puerta de la casa a preguntar si la niña le podía poner la mano aquí o allá. 


Fragmento de"Mujer Medicina" de @_lasonambula 💛💛💛


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