Tangata Manu (el hombre pájaro)



Mi rival es fuerte, demasiado a mi entender. La mujer que ha desposado será mía. La única manera posible es que ella enviude. 
La sangre real que corre por mis venas debe hacerse valer. 
Soy el heredero del clan de mi isla, la voluntad de mi Padre, es ley. 
Los ojos de Ulani son castaños, y su piel tiene el aroma de los cocos. Fué la dueña de mi aliento desde el mismo instante en que pisó la orilla. 
Casada por honor, se volvió prohibida para la mirada de otro hombre. 

Gigantes de piedra de ojos de almendra con tocados rojos, observan el acantilado. 
Cada año se realiza la misma competición. 
El joven más fuerte, más ágil y más temerario llegará primero a la cima. 
Sobre su frente la ofrenda. Y de allí a la Gloria.
El culto al Manu Tara es ancestral.
A estas aves, se las venera desde que hay recuerdo en nuestras generaciones, ellas tienen una relación mística con los dioses, es la manera de unir tierra, mar y cielo de mi pueblo. 
El vencedor, el Tangata Manu, debe entonces afeitarse la cabeza. 
Es ungido con los símbolos sagrados, y pintado con los colores rituales. 
Para ser recordada tallan la figura en la roca, una figura con cuerpo humano y cabeza de pájaro. 
Así por un nuevo año, los Dioses concederán su protección y buena fortuna a mi pueblo. 

Primer día de primavera. Mi rival, halla el primer huevo del Manu Tara en la Isla Grande. 
Lo ata fuerte, pero delicadamente a su frente con una tira trenzada de Palma. Yo hago lo propio con el mío. 
Comienzo entonces una frenética carrera a nado de vuelta a casa. Cada brazada que doy tras él, me separa de la Gloria. Sin aliento, a punto de desfallecer, pisamos las ardientes piedras de la orilla. 
Es muy duro el ascenso del acantilado, las rocas afiladas como cuchillas desgarran nuestra carne. Los dedos sangrantes, palpitan a cada nuevo ascenso. 
Llegamos a un saliente, es más escarpado que ninguno. Nos recuerda implacable, que la muerte llega en un instante... 

Y ese instante llegó, asciende sobre mi cabeza, pierde pié, lo humano, lo instintivo, hubiese sido agarrarlo. Con solo alargar mi mano le hubiese salvado. Pero por un instante venció el mal en mí, lo pude ver en el brillo de sus ojos al caer... Ganó mi lado oscuro. Ulani sería mía. 

Desde lo más alto del acantilado, con los brazos en alto en señal de victoria, miré hacia abajo y lo vi. Su cuerpo inerte mecido por las olas. Con un suave vaivén hipnótico, en una danza dantesca de rojos y azules aguados. Parecía despedirse de mí. 
Pero qué importa, me decía a mí mismo, ahora yo soy el nuevo Tangata Manu, he nadado entre tiburones, he arriesgado mi vida escalando el cortado, y ahora encenderán el fuego en la ladera del volcán y durante un año el clan me respetará. 

Pero mi mayor trofeo es Ulani. Ella no tiene derecho a negarse, la reclamaré para mí y con el tiempo, me amará. 

Esta noche, al cerrar los ojos, le he vuelto a ver. Seguía meciéndose, pero algo ha cambiado... 
Ahora es una figura grotesca, hinchada por el agua y destrozada por los tiburones. 
Intento despertar de este sueño lúcido, abrir los ojos al menos. 
Aprieto los dientes para no gritar.... que he hecho, era mi amigo...

Arrepentido?. 
Luchan en mi cabeza sentimientos encontrados, lo hice por amor. 
Vivir sin ella era un tormento... 
Y desde entonces, repito esta frase como un mantra, mientras balanceo eternamente mi cuerpo adelante y atrás en posición fetal. 
💜💜💜



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