Teniente
Peleteiro es un estirado cincuentón que peina canas en las sienes, es un larguirucho de naturaleza nerviosa, casi paranoica, diría yo. Es perfeccionista al extremo y tiene varios “tocs”; además de tocar rítmica y constantemente los botones de su chaqueta, se ajusta cada dos por tres el nudo de la corbata, cosa que suele sacar de quicio a la mayoría de sus compañeros y subalternos. Otra de sus características, que en absoluto pasa desapercibida, es que es muy religioso, creyente y practicante.
De él mismo piensa que tiene mala suerte, y si creyese en ello, hasta diría de sí que es gafe.
-Tenía que pasarme a mí, piensa, tengo que despertar a Seijoo a las tres de la mañana, me cago en mi estampa…
Mientras se viste a la velocidad del rayo va repasando las escasas palabras ya aprendidas que tiene que decirle a su Comandante. No está nervioso porque le tema, ni mucho menos, si no porque no son horas…
-¿Quién es?, pregunta la ronca voz del Capitán de Navío Seijoo, ¿qué coño pasa?
-A la orden de usía mi Comandante, buenas noches, soy Peleteiro, le dice del tirón… y tragando saliva prosigue, discúlpeme por molestarle a estas horas.
-Déjate de tanto protocolo, coño, ya puede ser importante Peleteiro, porque has estado apunto de despertar a mi nieto, y me había llevado casi dos horas dormirlo, ¿qué cojones pasa?.
-Mi Comandante, ha habido un terrible accidente en el Cuerpo de Guardia. El Sargento alumno Pérez Rubio ha aparecido muerto en su habitación con un disparo en la sien. Parece un suicidio.
-Hostia puta, ¿habéis llamado a la Policía Naval?
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