El Templo de Tara roja




Según la tradición hindú, la diosa Kundalini, es una serpiente que asciende y desciende enroscada en un falo.
Su energía, activa nuestros centros vitales. Satisface así nuestras necesidades físicas, nuestros instintos más salvajes.

Eran demasiado pobres como para poder alimentar a sus siete hijos.
Vivían todos, en condiciones infrahumanas, en una única habitación, en la que además de dormir, cocinaban.
En las afueras de Pragiyotishapura, esto era de lo más común. Pobres hacinados en calles apestosas, húmedas y llenas de ratas. Pero se resignaban.
Los que por su karma, habían nacido intocables, no tenían más opción que sobrevivir a las penurias de esta vida, y tenían su esperanza puesta en su próxima reencarnación.

Cuando el monje les habló del templo, por primera vez, vislumbraron un rayo minúsculo de luz, en el horizonte de sus miserables y oscuras vidas.
Mayanin, de 5 años, había sido elegida. Sería llevada ante Tara.
Allí desarrollaría sus cualidades interiores, sería educada en la práctica del Tantra y las enseñanzas secretas de la compasión y el vacío.
La mantendrían oculta, como un tesoro, le cantarían plegarias rodeada de ofrendas.
Aunque en realidad, lo que más les importo, fué, que con el dinero que aquel monje les pagó por su hija, saldrían adelante varios meses, incluso podrían comprar dos cabras.

Nadie lloró en la despedida, aún sabiendo que no volverían a verse. La vida de un intocable es tan dura, que las lágrimas eran un lujo que no se podían permitir.

El camino a la capital se hizo ameno, casi podría decirse que corto. La inocencia de la niña se maravillaba a cada paso, con cada flor, con cada animal, con cada edificio y cada olor.
La gran figura roja que presidía el templo, que tenía dos pares de brazos y su pierna izquierda pisaba una figura humana, la dejó sin aliento.
Sus enormes ojos, cómo lagos de aguas negras, se asombraban con cada estancia que iba descubriendo.
Que Madre tan maravillosa debía ser, el pueblo le llevaba ofrendas de fruta y flores para recibir sus dones y su protección. Ignoraba en ese momento, que su pequeño cuerpo también se consagraría a ella.

Al día siguiente de su llegada, comenzaron con su adiestramiento.
Seguiría por el resto de sus días una estricta dieta vegetariana, recibiría abluciones diarias, para mantener su cuerpo pulcro.
Había perdido su infancia.
Dejó sin saberlo en casa, el tiempo de risas y juegos con sus hermanos.

Al cumplir los 7 años, se intensificaron las horas de estudio, rezos y plegarias. Completaban también su camino a la perfección, con posturas imposibles y bailes de origen exótico.
Ya no recordaba a sus padres, su mente había borrado cualquier pasado mortal.
Ahora, solo recordaba aquellos mantras, que martilleaban monótonamente su cabeza.

A los tres meses de su décimo cumpleaños, coincidiendo con el día de su primera menstruación, todo cambió. Por primera vez, la ablución de Mayanin, fue distinta, tras el baño, afilados cuchillos rasuraron, a excepción de su cabeza, todo su cuerpo. Esta acción, cómo comprobaría más tarde, se repetiría cada día, hasta el momento de su muerte.

En su honor, se realizó una formidable ceremonia en el templo. Miles de flores del color del azafrán, decoraban el camino hasta los pies de Tara. Frutas frescas y pastelillos dulces se ofrecieron como alimento a la Diosa.
Trajeron a hombros a Mayanin.
Por primera vez, entraba en la habitación prohibida.
Austeramente decorada, una solitaria cama realzaba aún más la amplitud de la estancia. Sobre ella, una única sábana de un blanco inmaculado, y a los lados del cabezal de madera, dos incensarios profusamente decorados, emitían nubes de niebla dulzona.
Los porteadores la dejaron delicadamente sobre la cama.
Formando un círculo a su alrededor, y cuál escuadrón de fusilamiento, comenzaron a murmurar canciones ancestrales cuyos ecos, animaban a entrar en trance.
Llamó entonces su atención una figura entre las demás.
Desconocido para ella, el hombre de unos 60 años comenzó a acercarse lentamente. Con respeto, levantó el transparente velo que hasta entonces había tapado su cara.
Después llegó a saber, que aquel era el hombre más rico de la provincia.
El que más alto apostó en la puja.

Comenzó entonces ante ellos, una ceremonia sangrienta, que calmaría la sed de sangre de la diosa.
Lo que ella ignoraba, es que el ritual todavía estaba incompleto, ella sería la protagonista de la segunda parte.

Tan solo los ritos sexuales, sacian el apetito feroz de Tara.
Entonces, con una agilidad inusual para su edad, el anciano se sentó a horcajadas sobre el cuerpo inerte de la niña, y salvajemente la poseyó de formas y maneras inimaginables.
Solo cuando hubo saciado sus primitivos y sucios instintos, sin girar la cabeza para mirarla, se vistió, y salió.

El cuerpo menudo de la niña, acabó roto, sangrante y exhausto.
Y así debería ser para el resto de su vida. En honor a la Diosa, grandes benefactores realizaban descomunales donaciones al templo. Comprando así, unas horas de lujuria y desenfreno con un cuerpo joven y sano que no les pertenecía, dónde todo, absolutamente todo, les estaba permitido.

Mayanin ya ni sentía, ni padecía.
La repetición incesante de los mantras, resultaba ser un anestésico eficaz para su cuerpo y su alma.
Qué ironía, al nacer, su madre, eligió para ella el nombre hindú, qué describe la pureza...
💜💜💜


Me encantaría que formases parte de mi caos. Me sigues?

Twitter @_lasonambula
Instagram @_lasonambula
                    @greta_y_sus_mundos 
Facebook La Sonámbula
YouTube La Sonambula
Pinterest @la_sonambula
Wattpad @LaSonambula






 


Comentarios

Entradas populares de este blog

Tangata Manu (el hombre pájaro)

Mi querido Stoff

No hay perro que me ladre